“Toda mi vida es apenas un instante para ti” (Salmo 39:5).
Quise iniciar las líneas de hoy, con esta declaración tan importante del salmista a Dios, en donde tiene un significativo momento de reflexión y clareza.
En medio de un instante que le abrumaba y sentía que lo llevaba hasta la muerte, es su absoluta consciencia de quien era, lo que llevó al salmista a detenerse y ver la grandeza de cosas que no fueron estimadas en el camino y eran las que lo acercaban a su verdadero destino.
Cuántas veces nos hemos olvidado de quienes somos, por perseguir aquello que realmente nunca quisimos ser.
Como seres humanos, es tan poco el tiempo que tenemos sobre la tierra y dedicamos tanto de el a cosas insustanciales; olvidándonos de nuestra esencia y sin atender lo que realmente nos construye. Sin embargo, la riqueza de quienes somos, se mantiene intacta. Está allí, inmutable. Tan solo para enfocarnos una y otra vez.
Ciertamente, hay factores que siempre están intentando ser más grandes que tu verdadera naturaleza. Te hablo de nuestros conflictos internos, nuestras fatigantes jornadas, la discrepancia con nuestro entorno y, sobre todo, el tiempo. Sí, el valioso tiempo que nunca será bondadoso en otorgar oportunidades. Pero, son precisamente estos factores los que nos llevan a un punto de quiebre y reflexión.
Un momento o tiempo de reflexión, siempre debe tener espacio en cada jornada de nuestras vidas. Son lapsos que pueden traer orden y establecer cierres de ciclos para dar inicio a otros nuevos. Traen sosiego, deliberación, criterio, razonamiento, para que lo acelerado y desordenado de los días, no altere nuestra misión de vida.
Cuando leía las líneas del salmista, en medio de su aflicción y el torbellino de situaciones que lo acosaban, la riqueza de su interior se confrontaba y batallaba. Reconocía un Dios creador. Expresaba: “Toda mi vida es apenas un instante para ti; cuando mucho, cada uno de nosotros es apenas un suspiro tuyo”, reconocía desaciertos en su camino. Pero, en medio de su quiebre, se desafiaba, luchaba y apelaba a la razón de su existencia.
Valorar nuestros días implica estimar por sobre todo lo que hacemos, lo que somos. Es precisamente lo que somos lo que direccionará nuestras decisiones, acciones y, lo que verdaderamente nos acercará a nuestro propósito.
Pareciera un desafío constante, pero luchar por preservar quien eres, es lo que te garantizará la efectiva ejecución y culminación de tu jornada.
Quizás el tiempo no sea generoso contigo, tal vez sea una batalla perdida con él. Pero mientras tengas fuerzas, mientras estés consciente y conozcas quien eres, no tengas temor en levantarte, insistir, resistir y, de ser necesario, volver a configurar la vía. Sobre todo, nunca olvides que tu riqueza interna no se extingue.
Francisco Flores S.
Presidente FVN-EGLR.
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