No es difícil hacer una interpretación de la cultura y el comportamiento de nuestras sociedades latinoamericanas. La realidad y las diversas luces de nuestra historia han delineado los efectos y causas de gran parte de un continente que peregrina en un debate por el rescate de sueños extraviados; sin embargo, somos sociedades enteras con un alma esperanzadora, luchadora e incansable por tan solo ver a nuestros hijos en el esplendor de una nueva nación.

¿Cuán agotados están nuestros pueblos por la ignorancia en la que han sido sumergidos?

¿Cuánto se ha consumido su fuerza? ¿Cuándo se despertarán liderazgos que construyan fundamentos para naciones fuertes y sostenibles? ¿Cómo levantar una raza de liderazgo sin precedente alguno?

Hoy, deseo hablarte de nuestros liderazgos y de nuestros mentores.

Los primeros mentores en nuestras vidas han sido nuestros padres, nuestros abuelos; quizás algún familiar o alguna persona que ha marcado y guiado significativamente nuestra vida. Entre las definiciones del término encontramos que un mentor es un guía, un consejero, un maestro.

Un verdadero líder tiene el rol de impulsar la construcción de socios con un objetivo en común; desarrollando en ellos a través de su ejemplo, un alto sentido de pertenencia y responsabilidad en la visión y misión que los impulsa. En tal sentido, un liderazgo puede estar estrechamente ligado a una mentoría y viceversa.

En un artículo anterior, les hablé acerca del liderazgo de un hombre llamado Nehemías en el año 445 a.C. Me llama la atención que al revisar las diferentes historias que relatan acerca de este hombre, entre los títulos consultados hubo uno que lo define como el “edificador de murallas y voluntades”.

Te comparto acerca de este gran líder, porque es importante reencontrarnos con experiencias de vida que no solo te inspiren, sino que te den herramientas y transforme tu percepción de las cosas; esto, debe ser una prioridad para ti.

Ahora bien, para Nehemías, en el proceso de reconstrucción que propuso realizar en medio del caos y la hostilidad que le rodeaban, fueron fundamentales dos cosas; primero, reconocer su falta y la falta del pueblo al abandonar los principios de vida que mantendría a la nación en crecimiento, hubo humildad en él; y número dos, accionar e impulsar la conciencia y voluntad de unos pocos que se convirtieron en multiplicadores para la construcción de una nación fuerte. Quiere decir, que cultivó la voluntad de muchos.

No ha existido liderazgo en la historia que haya sumado bienestar y crecimiento que no haya contado con estas premisas.

Nuestra realidad actual esta definida por el insistente modelo redentor de nuestros liderazgos. Liderazgo que se caracteriza por excesos de absolutismos, que no supone errores ni faltas, cuyas maquetas o proyectos de gestión quedan en gigantes presunciones imposibles de sostener en el tiempo. “Salvar”o “redimir” al desprotegido mediante estructuras insostenibles, nunca traerá el sosiego y la bonanza de nuestros pueblos; por el contrario, acumulará mas pobreza sobre nuestras naciones.

Se pierde el norte de nuestros liderazgos cuando dejamos a un lado potenciales colaboradores y socios por el alto sentido redentor. Es por ello que, hoy por hoy, vemos una sociedad alejada del progreso, segmentada, disfuncional y en detrimento de su valía.

Un verdadero liderazgo debe caracterizarse por ser formativo, promotor de una nueva conciencia y cultivador de voluntades. Esto, traerá como resultado una sociedad sana y productiva.

Una sociedad sana, cuenta con un sentido de pertenencia de sí misma y de su entorno, haciéndose responsable de la herencia intrínseca que dejará a las próximas generaciones.

Por ello, la importancia de un mentor que redescubras en tu vida, ellos están cargados de mapas de experiencias que pueden guiarte; porque son días en que debemos revisar, reconfigurar y accionar cambios profundos.

Cada jornada de nuestra vida ya no debe depender de terceros, solo de ti. Revisa tus líderes y, ante un redentor, sugiero un mentor.

Francisco Flores S.

Presidente FVN-EGLR.

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